Hace algunas décadas, pensar en una cura para el cáncer parecía imposible. Eso ha cambiado con los nuevos avances en medicina, y en particular, con el horizonte que abrió la nueva vacuna argentina para el melanoma cutáneo, creada por el equipo del Dr. José Mordoh, y que desde agosto será comercializada por el Laboratorio Pablo Cassará en Argentina.

El revolucionario tratamiento, que ya está patentado en casi todo el mundo, se llama Vaccimel y consiste en una vacuna terapéutica, no preventiva, que está indicada para el tratamiento del melanoma cutáneo en estadios tempranos de la enfermedad (IIB, IIC y IIIA), con riesgo intermedio a alto de recaída, en el caso de reaparecer células tumorales. Se deben administrar 13 dosis en un plazo de dos años, pero se está trabajando en su eficacia para que en un futuro sean menos dosis.

Médico de profesión y formado en bioquímica con el Dr. Luis Federico Leloir —Premio Nobel de Química de 1970—, el Dr. José Mordoh ha dedicado toda su vida al estudio del cáncer, primero como jefe del laboratorio de Cancerología de la Fundación Instituto Leloir, luego como fundador en 1983 de la Fundación Cáncer (FUCA) y del Instituto Alexander Fleming en Argentina. Desde la década del ochenta su foco ha sido el cáncer de piel, uno de los más agresivos, que ha ido aumentando su presencia a nivel mundial. En Chile, según datos del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud, los últimos diez años (2012-2022) se ha observado un aumento del 40% en muertes asociadas a esta enfermedad.

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El pasado 2 de julio el especialista visitó la Universidad Autónoma de Chile, gracias a una gestión realizada por la Dirección de Innovación y Transferencia. En el campus El Llano, presentó el seminario “Vaccimel: La historia de una vacuna anti-melanoma” ante un grupo de académicos y estudiantes del doctorado en Ciencias Biomédicas. En la ocasión, como Centro de Comunicación de las Ciencias pudimos conversar con él. 

Esta es la primera vez que se desarrolla una vacuna contra el melanoma cutáneo. ¿En qué consiste la vacuna y cómo lograron desarrollarla?

En la ciencia hay dos formas de encarar un problema. Uno aplica el método científico, pero en el fondo yo creo que muchas cosas nacen desde una intuición. Cuando empecé con un laboratorio propio en los setenta era todo quimioterapia. Yo me preguntaba ¿cómo puede ser que aparezca un tumor en un organismo y que este no se pueda defender? Empecé a estudiar los sistemas inmunológicos de cada paciente con cáncer. César Milstein —Premio Nobel de Medicina 1984—, a quien yo conocía, había encontrado los anticuerpos monoclonales. Empecé a trabajar en la Fundación Leloir, y cuando Milstein sacó lo de los anticuerpos yo dije “esto es interesante”. En los ochenta produjimos un anticuerpo, que pensé que iba a funcionar en los seres humanos y entonces planteé hacer una investigación clínica de fase I. Hubo un anticuerpo que funcionó muy bien, me entusiasmé tanto que lo patenté a mi nombre. La utilización requería cantidades de dinero que en ese momento era imposible tener. Es un derivado del sistema inmune, pero en el fondo es una medicación. Ahí me acuerdo que empezamos a elegir en qué enfermedad podíamos trabajar. Tuvimos la suerte de que cerca del Instituto había un patólogo muy bueno, que sugirió trabajar en melanoma, un tumor muy frecuente. Vimos que el melanoma despertaba una reacción inmune en los pacientes y no se les hacía prácticamente nada. Eso era malo para el paciente, pero era bueno para desarrollar un tratamiento inmunológico, porque la quimioterapia afecta la médula ósea. Así, a finales de los ochenta, empezamos a hacer líneas celulares y a entender cómo funcionaban.

¿Podría explicarnos qué son las líneas celulares?

Es cuando se saca un tumor y uno puede tomar una parte y hacerla crecer en el laboratorio. A veces las células se mueren, pero en el caso del melanoma es relativamente fácil hacer líneas celulares. Puedes tenerlas durante décadas creciendo para estudiar en el laboratorio distintas condiciones y cualidades. Empezamos a ver que habían líneas que eran muy diferentes unas de otras. En ese momento no se conocía nada de los antígenos —que es lo que despierta una respuesta inmune— ni melanomas, entonces dijimos “bueno, por qué no usamos estas líneas como fuente de antígenos”, porque en ese momento se conocía mucho de la resistencia a los antibióticos y sabíamos que las células tumorales eran muy astutas. En ese contexto, era seguro que iba a haber resistencia si nosotros usábamos un solo antígeno, por eso los combinamos

¿Cómo siguieron trabajando en ese entonces el desarrollo de la vacuna?

Empezamos con los ensayos clínicos en el año 2000 y probamos distintas combinaciones de vacunas y agregados para reforzar la parte inmunológica. Esos ensayos funcionaron muy bien, alrededor de 2009 conseguimos un subsidio grande del Estado y un laboratorio se ofreció a licenciar el producto. Como los ensayos de fase I funcionaron bien, empezamos un ensayo de fase II y III. Me di cuenta de que para hacer una medicina original tiene que haber no solo una buena idea o un buen medicamento, sino que también una decisión política del Ministerio de Salud, las entidades regulatorias y financiadoras, que tienen que estar de acuerdo. Cuando terminamos el ensayo clínico en 2016, empezamos a trabajar sobre los materiales obtenidos. Estudiamos el tejido y las muestras de sangre de cada paciente. Ese material es el verdadero tesoro de la investigación. A raíz de los resultados del ensayo clínico y de todas las publicaciones que hicimos con ese material, finalmente hace tres años la marca probó la vacuna para uso condicional, es decir, se prueba y se hace un seguimiento de los pacientes. Estos últimos dos años se dedicaron a hacer el traspaso de la fabricación de la vacuna. 

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Ha dedicado toda su vida a luchar contra el cáncer y en agosto saldrá la vacuna al fin, ¿cómo se siente usted en este punto de su trayectoria?

Feliz, al mismo tiempo es un momento interesante, porque durante mucho tiempo los médicos oncólogos no aceptaban la idea de una vacuna. Ahora se están viendo los verdaderos alcances que tienen las vacunas. Son la mecha que prende el polvorín para otras medicaciones más fuertes. Todo eso lo encontramos en los últimos diez años a raíz de que tuvimos acceso a las muestras de los pacientes. Me siento bien, feliz de que el melanoma, que era una enfermedad terrible cuando empecé, ahora sea curable. Eso es muy importante.

¿Se puede usar esta vacuna en pacientes de etapa avanzada?

Se puede, pero hay que combinarla con otras medicaciones. En estos últimos años han aparecido medicaciones importantes contra el melanoma. En el 2000 se descifró el genoma humano y eso nos dio muchísimas herramientas. Creo que la gente con melanomas cutáneos en etapas tempranas tiene muchas chances de curarse, y la gente en etapas tardías tiene posibilidades de vivir más tiempo. Ahora me estoy dedicando más a ver cómo podemos aumentar la chance de curación de la gente más avanzada. No es fácil, porque hay pacientes que tienen un defecto en el sistema inmune que no los hace responder bien a las terapias. Quiero que se curen todos, no solamente un porcentaje alto. 

¿Cree que a partir de esta vacuna se puede pensar en una vacuna para otros tipos de cáncer?

Sí, pero va a ser todo un proceso, no va a ser simple, porque para tratar un cáncer tienes que saber mucho de su biología y eso no se logra fácilmente. Hay que conocer cuál es su talón de Aquiles. El melanoma fue una opción acertada, porque despierta mucha reacción inmune. En este momento grandes firmas farmacéuticas están empezando a hacer vacunas. Entonces sí, creo que se va a extender, pero no creo que se puedan crear vacunas para todos los tumores. El tumor tiene que mostrar algún flanco débil para poder atacar. Así que es una lucha que no se termina nunca.

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