Desde producción industrial hasta transporte; desde calefacción a comunicación. La energía eléctrica está en todo lo que hacemos, especialmente para cubrir nuestras necesidades básicas, sociales y económicas.

¿Cómo obtener el máximo rendimiento en los hogares con el menor consumo posible, sin comprometer la calidad de vida? Ese es el desafío de la eficiencia energética domiciliaria, que se puede alcanzar a partir de acciones cotidianas y, a escala global, impulsando la investigación y la innovación en tecnologías.

Según un reporte del Ministerio de Energía del 2022, el 63,3% de las viviendas en Chile no tiene aislación térmica; es decir, que el calor que se genera se pierde fácilmente, generando un gasto energético y económico excesivo.

Para el decano de la Facultad de Arquitectura, Construcción y Medio Ambiente de la Universidad Autónoma de Chile, Daniel Schmidt, del total de consumo de energía de un hogar chileno promedio, más de la mitad corresponde a electricidad. Reducir el consumo mediante estrategias de eficiencia cobra sentido, y obliga a revisar la viabilidad de las distintas alternativas existentes.

Explica que el comportamiento del consumo energético residencial, el diseño de viviendas de consumo neto cero y las nuevas tecnologías asociadas a la generación y almacenamiento de energía limpia, son líneas de investigación claves de académicos -y estudiantes- de esta casa de estudios.

No se trata sólo de ahorro para el presupuesto familiar, más aún cuando partir de octubre próximo las cuentas de electricidad subirán entre 12% y 22% según el informe preliminar del Precio Nudo Promedio (PNP) de la Comisión Nacional de Energía (CNE).

La investigación en eficiencia energética impulsa la innovación tecnológica, a políticas públicas basadas en evidencia y a un desarrollo económico y ambiental más equilibrado y resiliente. Tiene además un impacto económico significativo pues genera ahorros y promueve la competitividad en sectores emergentes.

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