Wilson Albornoz Fuentes. Académico Universidad Autónoma de Chile y asesor del Programa de Cultura Científica «¿Cómo Estás?».

Recientemente, en el emblemático Salón de Honor de la Universidad de Chile, se presentó el informe «Recomendaciones y Orientaciones del Consejo Asesor de Salud Mental para la Educación Superior». Este documento busca subrayar la importancia del bienestar y la salud integral de los estudiantes, ofreciendo una serie de recomendaciones para que las instituciones educativas adopten políticas que promuevan una educación centrada en el bienestar. Pero, ¿estas recomendaciones son realmente suficientes? ¿Qué desafíos enfrentan las universidades y centros de formación técnica para implementarlas?

La pandemia del COVID-19 ha puesto en evidencia la fragilidad de la salud mental de los estudiantes. El estrés académico, el aislamiento y la incertidumbre han agravado problemas preexistentes, destacando la urgencia de crear ambientes educativos que promuevan el bienestar integral. El informe propone varios cambios, como la creación de currículos más saludables y flexibles, y la adaptación de la carga académica a las necesidades de los estudiantes. Estas medidas son, sin duda, un avance necesario y bienvenido.

Sin embargo, surgen preguntas sobre la capacidad de las instituciones para implementar estos cambios. No todas las universidades y centros de formación cuentan con los recursos necesarios para ofrecer servicios de salud mental adecuados o para realizar modificaciones curriculares de manera efectiva. Muchas instituciones, especialmente las más pequeñas o con menos financiamiento, enfrentan dificultades para destinar recursos a estas iniciativas. Contratar personal especializado en salud mental, crear espacios adecuados para la atención psicológica y revisar los planes de estudio requiere inversiones significativas.

Transformar la cultura institucional para priorizar el bienestar y la salud mental es un proceso lento y desafiante. Necesita no solo políticas y recursos, sino también un cambio de mentalidad en todos los niveles de la institución. Profesores, estudiantes y personal administrativo deben entender y apoyar estos cambios para que sean efectivos. Además, implementar cambios es solo el primer paso. Es crucial establecer mecanismos de evaluación para medir la efectividad de estas políticas y programas. Sin una evaluación constante, es difícil saber si las recomendaciones están teniendo el impacto deseado o si se necesitan ajustes.

El informe del Consejo Asesor es un paso en la dirección correcta, pero su implementación efectiva requiere más que buenas intenciones. Las instituciones educativas deben comprometerse profundamente y trabajar en conjunto con el gobierno y otras organizaciones para superar los desafíos. Solo entonces se podrá garantizar que todos los estudiantes tengan acceso a un entorno educativo que no solo fomente su desarrollo académico, sino también su bienestar integral.

La salud mental es un derecho fundamental y una necesidad crucial para el éxito educativo y personal de los estudiantes. Es vital que estas recomendaciones no queden solo en el papel, sino que se traduzcan en acciones concretas y sostenibles que transformen verdaderamente la experiencia educativa en Chile. El camino no será fácil, pero con compromiso y colaboración, podemos lograr que nuestras universidades y centros de formación técnica sean espacios donde los estudiantes no solo aprendan, sino también florezcan en su bienestar integral.

Esta reflexión nos lleva a considerar la relevancia de la salud mental no solo en la educación superior, sino también en la educación básica y media. Desde temprana edad, los estudiantes enfrentan desafíos que pueden afectar su bienestar emocional. Por tanto, es crucial que las políticas y acciones para promover la salud mental comiencen desde los primeros años de escolaridad, creando una continuidad de apoyo que acompañe a los estudiantes a lo largo de toda su trayectoria educativa. Solo así podremos construir una sociedad donde el bienestar mental sea una prioridad en todos los niveles de la educación.

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