Un académico e investigador, un artista visual y un curador, fueron los encargados de poner sobre la mesa los temas de discusión en el conversatorio “El cuerpo de Occidente”, con que se dio por finalizada la exposición de Alicia Larraín en la Universidad Autónoma de Chile.
Una jornada que no solo sirvió para despedir el montaje en la “Casa Autónoma, arte y cultura” de Providencia, que estuvo abierto al público durante más de dos meses. Sino también para pensar sobre cómo el arte y las humanidades influencian la forma de entender la sociedad.
A partir de la propuesta gráfica de Larraín, analizaron cómo la artista juega con el equilibrio y la desproporción del cuerpo humano, que a través de la historia ha servido de referencia para dimensionar el mundo.
Un sistema numérico basado en 10 dígitos -como extensión de los dedos-, medidas contadas en pulgadas o pies, son ejemplos de la fragmentación del cuerpo.
“El diálogo fue muy enriquecedor, porque dio cuenta del alcance que tiene el humanismo en la sociedad”, dijo Arturo Duclos, becado por la Fundación Guggenheim de Estados Unidos y ganador del primer lugar del Concurso Latinoamericano de Pintura ENERSIS 2001, entre otros reconocimientos.
“Estamos en una sociedad donde se valoran muchísimo la tecnología, las ciencias y las matemáticas, por la forma en que diseñan todos los aspectos de nuestra sociedad. Pero sus explicaciones sobre el hombre y su destino todavía son inciertas; el humanismo sí es capaz de captar esos temas”.
Larraín recoge esos elementos con gran sensibilidad e invita a reflexionar acerca de lo que está sucediendo en el mundo. Para el académico de la Universidad de Playa Ancha Dr. Ricardo Loebell, ese ejercicio intelectual contribuye a la propia dignidad humana.
Por lo mismo, sostuvo que el intercambio de experiencias y opiniones con el público que asistió al conversatorio fue casi instantáneo.
“El saber no se origina en la sola adquisición de información día a día, sino en la forma en que la contextualizamos”, precisó. “Nos hace falta un tipo de educación que sirva para instrumentalizar la razón y cumplir nuestras obligaciones laborales, pero también que nos permita comprender cómo y para qué vivimos”.
Además de su valor artístico, las obras dialogan en forma permanente con la sociedad, la naturaleza y la tecnología. Y todos los presentes en la sala se sintieron interpelados por el debate.
Ese es el trasfondo de lo que viene en el futuro, según planteó Osvaldo Rivera, curador de la “Casa Autónoma, arte y cultura”: el fenómeno tecnológico y la influencia del arte.
Porque, desde la filosofía, la belleza no es estética sino sabiduría e inteligencia. Para explicarlo, se basó en el discurso “El banquete” de Platón, que dan sentido a la medida y proporción del cuerpo humano que constituyen la esencia de la exposición artística de Alicia Larraín.