Los eventos climáticos extremos, como las sequías, las inundaciones y las tormentas, así como la contaminación y el deterioro de los suelos, afecta directamente las capacidades productivas de los países, y también la salud mental.
Según el Dr. Eduardo Sandoval, profesor e investigador del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible (IIDS) de la Universidad Autónoma de Chile, en el plano individual “habrá una preocupación excesiva acerca del futuro de la humanidad o del planeta; un aumento de los sentimientos de culpa; acumulación de ira y frustración”.
¿Qué grupos de población son más vulnerables?
Sabemos que los grupos más vulnerables son niños, niñas y jóvenes, mujeres, mujeres embarazadas o en período de lactancia. Personas mayores, en situación de discapacidad o con problemas de salud mental preexistente, en una situación migratoria irregular y que están bajo la línea de la pobreza.
Y por supuesto, también estamos hablando las minorías étnicas.
¿Cuáles son las estrategias de afrontamiento?
Ningún sistema de salud mental está totalmente preparado para hacerse cargo de un aumento de los problemas asociados al cambio climático.
Las estrategias tienen que ver con fortalecer las capacidades de resiliencia individual o comunitaria, la red de apoyo o los lazos de asociatividad. Además de cuestiones prácticas como las capacidades de comunicación, de preparación y de respuesta de las familias, amigos o grupos de apoyo más directos.
Por último, promover estilos de vida saludable; es decir, una alimentación balanceada, actividad física regular, higiene del sueño y cultivar un hobby o pasatiempo.
¿Cuál es el rol de las universidades en la prevención y el abordaje de los impactos psicológicos del cambio climático?
La Universidad Autónoma de Chile adscribe a la promoción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas. Además, nuestro Instituto de Iberoamericano de Desarrollo Sostenible tiene tres grupos de investigación que desde diferentes disciplinas están abocados a la comprensión del desarrollo sostenible y uno de sus ejes prioritarios es las desigualdades que directa o indirectamente pueden provocar el cambio climático.
Desde el punto de vista de la educación, tenemos un importante desafío en la promoción y la prevención en salud mental. No solamente nos interesa que nuestros estudiantes reciban una formación sólida en el plano académico, sino que también una fuerte formación en responsabilidad social universitaria.
¿Y cuál es el rol de la investigación en este escenario?
Tenemos que seguir desarrollando el proceso de investigación sistemático que nos ayude no solamente a determinar las características o causas medioambientales que rodean el cambio climático, sino también -y lo que más a mí me interesa- investigar la dimensión humana.
Tenemos que hacer investigaciones que tengan un impacto social en la comunidad y que tributen al desarrollo de políticas públicas eficaces y actuales.
¿Qué investigaciones están realizando en esta materia?
Estuve investigando, por ejemplo, el impacto de la salud mental sobre los mega incendios forestales ocurridos en las regiones del Biobío y La Araucanía, sobre todo desde la perspectiva de bomberos. Ya está terminada y estamos trabajando para su publicación. También investigamos el impacto de la pandemia como evento potencialmente traumático sobre los trabajadores de la salud.
Hoy estudiamos cómo el cambio climático ha transformado los proyectos de vida de adultos emergentes universitarios, que nos permitió demostrar por ejemplo cómo la gente más joven está postergando la maternidad o la paternidad porque visualizan que la humanidad actual no está generando condiciones adecuadas.
Por último, este 2024 estoy como investigador aportando saberes y experiencias en torno a la adaptación al cambio climático en el proyecto ANID/ FOVI 230212 «Redes Investigativas y Fortalecimiento de Capacidades de Formación e Investigación Socio-territorial para la Adaptación y Resiliencia Comunitaria ante Riesgos de Desastres por Cambio Climático en Zonas de Rezago, Región de Ñuble (Chile).