La doctora en Ciencias Políticas y Sociología, Irene Ramos, quien además es científica titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) e Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) de España, realizó una conferencia magistral en el marco del II Workshop en Ciencia Abierta “Camino hacia la Innovación Abierta”, realizado el 8 de octubre en la Universidad Autónoma de Chile y organizada por el proyecto InES Ciencia Abierta de la Vicerrectoría de Investigación y Doctorados de esta casa de estudios.
Desde 2007, la Dra. Ramos ha centrado su investigación en las relaciones entre academia y empresas, con énfasis en los procesos de transferencia de conocimiento. En esta entrevista, aborda el papel de la ciencia en una sociedad dinámica, destacando la fusión entre la ciencia abierta y la innovación abierta, así como los desafíos que implica para la comunidad científica, universidades y la sociedad en su conjunto.
¿Cómo plantea el rol de la ciencia en estos tiempos actuales, en el contexto dinámico que mencionó al inicio de su exposición?
Es interesante, porque cuando revisas la literatura, el lenguaje parece nuevo. Por ejemplo, mencioné los ecosistemas de colaboración y los entornos colaborativos abiertos. Sin embargo, mirando hacia atrás, vemos que estas ideas han estado presentes desde hace décadas. Esto evidencia que estamos alcanzando un mayor grado de madurez en estos temas, y ahora están más presentes y permeando todas las estructuras. Los procesos de cambio son de largo recorrido, profundos y socioculturales, y definitivamente interpelan a la comunidad científica, por tanto, los cambios en ciencia abierta son profundos y resaltan su rol social.
Aun así, sigue siendo difícil entender completamente la idea de una ciencia verdaderamente colectiva, donde otros participantes sean coproductores del conocimiento. Todavía persiste la visión lineal y unidireccional de la transferencia de conocimiento: se genera en la academia y luego se transfiere a otras esferas. Aunque se están haciendo avances, ambos modelos coexisten actualmente.
¿Cómo se está evolucionando hacia un modelo de innovación abierta?
Existen iniciativas muy interesantes de ciencia ciudadana, impulsadas por agencias financiadoras, que parten del reconocimiento de que no se puede hacer ciencia para la sociedad sin la sociedad. Hay una gran cantidad de conocimiento, tanto tácito como explícito, en otros actores que, si logramos incorporar, enriquecerá nuestro proceso de investigación y lo hará más conectado con la realidad.
La «torre de marfil» ya no tiene cabida; los investigadores deben estar en contacto con actores externos, como el público general, que ahora puede participar activamente en los procesos de investigación. No se trata solo de proporcionar datos, sino de involucrarse de manera activa y significativa. Hay muchos ejemplos, como pacientes, consumidores u organizaciones no gubernamentales, que ya colaboran en la investigación. Creo que este es un camino que debemos seguir fomentando, porque los beneficios son claros.
¿Cuándo comenzó a fusionarse la ciencia abierta con la innovación abierta?
Es algo relativamente reciente. Antes seguían caminos paralelos que ocasionalmente se cruzaban, pero la fusión realmente cobró fuerza durante la pandemia. La primera publicación sobre este tema fue en 2020, a través de un trabajo colaborativo que promovía la idea de que la ciencia abierta y la innovación abierta eran procesos muy paralelos y con mucho en común.
Las empresas, por ejemplo, han comenzado a ser más receptivas a ideas y flujos de conocimiento externos, y eso ha facilitado esta convergencia. Si aplicamos estos procesos en la ciencia desde las fases tempranas de la investigación, podemos crear una interconexión más efectiva. Aunque la idea es reciente, ha tenido un crecimiento exponencial, movilizando rápidamente a la comunidad científica de diversas disciplinas.
Desde su perspectiva, ¿cómo puede la universidad avanzar en los principios de la ciencia abierta que planteó en su conferencia?
La idea sería avanzar en todos los principios de la ciencia abierta, aunque en cada contexto puede ser más fácil priorizar algunos sobre otros. En España, por ejemplo, el impulso normativo ha sido clave. La nueva Ley de Ciencia y Tecnología, junto con la Ley de Educación Superior y la Estrategia Nacional de Ciencia Abierta, ha representado un avance significativo.
Además, la participación de la comunidad científica es fundamental. No se puede hacer ciencia abierta sin los científicos; ellos son esenciales en este proceso y deben involucrarse plenamente.
En relación con la innovación abierta, ¿cuál cree que es el mayor desafío que enfrentamos?
Como en todo proceso transformador, siempre hay resistencias al cambio. Hay temores sobre lo que implicará la ciencia abierta, pero parece ser un cambio imparable. Las nuevas generaciones serán clave para impulsar este movimiento. El reto está en convencer a más actores, tanto a nivel nacional como internacional, superando las resistencias a través de prácticas, ejemplos, programas piloto y buenas prácticas.Es importante mostrar que la ciencia abierta no cuestiona el sistema anterior, sino que ofrece vías complementarias que pueden coexistir. Además, ofrece beneficios tangibles tanto para la comunidad científica como para la esfera social no académica.