Iván Bórquez
Académico de Psicología de la Universidad Autónoma de Chile.
Asesor del Programa de Cultura Científica “Cómo Estás”.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Chile es uno de los países con mayor tasa de suicidios en Latinoamérica, razón por la cual resulta de suma importancia discutir y reflexionar sobre este importante problema, que no sólo sufren las personas que deciden acabar con su vida, sino que también sus familias y personas cercanas.
Las principales causas se asocian a problemas de salud mental, tales como cuadros depresivos, problemas con el consumo de drogas, esquizofrenia, entre otros. Por otra parte, es importante saber que quienes más cometen suicidio en nuestro país son los hombres y personas de tercera edad. Frente a esto ¿Qué podemos hacer como país para evitar que este problema siga en aumento?
La respuesta a esta pregunta puede abordarse desde dos líneas: La primera es la labor que tiene el Estado, entregando los recursos necesarios para abordar las afecciones de salud mental que sufre la población y diseñando e implementando estrategias de prevención. En segundo término, está el rol de las familias, escuelas, trabajos y comunidades en general. Sin duda que el rol del Estado es imprescindible debido a lo ya antes mencionado, pero el papel de padres, madres, docentes, jefaturas o cualquiera de nosotros en la cotidianidad de la vida, también lo es.
En este sentido, es primordial que estemos atentos a lo que ocurre con las personas con las que nos relacionamos en el día a día, a lo que expresan, sienten y cómo se comportan. Estos elementos pueden dar cuenta de que algo no anda bien en términos de salud mental, pudiendo ofrecer un espacio de escucha, orientación o simplemente un espacio de contención, lo cual puede parecer como una acción irrelevante frente a los problemas que un otro puede estar sufriendo, pero que en la práctica, puede marcar una diferencia importante en la decisión que una persona con ideación o riesgo suicida pueda tomar.
Es importante abrir espacios de diálogo horizontales en todas las esferas de la sociedad chilena, de tal manera que el suicidio deje de ser un tabú o un problema que quede recluido sólo al ámbito de la discusión entre profesionales de la salud mental o a informes estadísticos. Desde estos espacios de diálogo pueden surgir interesantes perspectivas sobre las estrategias que cada comunidad, familia, o espacio laboral pueda implementar para favorecer la salud mental de sus integrantes. Mejorar la comunicación y fortalecer la confianza entre padres e hijos, entre docentes y estudiantes, crear y desarrollar ambientes laborales más sanos y que aporten a la calidad de vida de los trabajadores y trabajadoras, son aspectos fundamentales para combatir este problema que puede afectar a todos por igual.
También es clave recordar que existen sectores de la población mucho más expuestos y en riesgo que otros, entre ellos, hombres y personas de la tercera edad, aunque no debemos olvidarnos de las minorías sexuales, personas pertenecientes a los pueblos originarios, niños, niñas y mujeres, ya que como sabemos, son personas que pueden sufrir una mayor discriminación, abusos de poder y dificultades de acceso a servicios esenciales, lo cual sin duda representan factores de riesgo para la salud mental.
El desafío que tenemos como país frente a este tema es grande y se requiere un fortalecimiento del tejido social y de las comunidades, como factor protector. La invitación es a estar atentos al cuidado y respeto de los demás, ya que, de alguna manera, nuestro propio bienestar también depende del bienestar de las demás personas con las que compartimos en nuestro día a día.