Mariela Sánchez (20 años) tuvo la oportunidad de irse a estudiar a Francia pero sus profesores le recomendaron Chile. Averiguó sobre la U. Autónoma y no lo pensó dos veces. Desde julio de este año está con nosotros estudiando Administración Pública.
Al momento de tomar la decisión de viajar dio muestras de carácter y una voluntad inquebrantable. Dejó su casa, sus padres, amigos e incluso una incipiente relación amorosa por un ideal: expandir sus fronteras en materia educativa y ampliar su horizonte cultural. “Necesitaba algo diferente y hoy no me arrepiento de mi decisión”, señaló.
Su marcado acento social comenzó a evidenciarse desde muy pequeña. Ya a los once años comenzó a recolectar alimentos en el modesto municipio de Cortazar, cercano a su natal Celaya, para repartirlos entre las familias más necesitadas, “priorizando a los abuelitos que ya no tienen una vida económicamente productiva. Me ha gustado mucho interactuar con los adultos mayores”, señaló.
En la U. Autónoma participa activamente en el programa Voluntariado al fin del mundo. “Visitamos el Hogar Santa Ana, ahí compartimos con personas con problemas de alcoholismo y drogas que están internadas intentando rehabilitarse. Llevamos pintura para limpiar y decorar las instalaciones, hicimos arreglos y los escuchamos, los incentivamos para que logren dejar sus vicios”.
Pero esta inquieta y simpática mexicanita no se conforma. Actualmente está trabajando con los alumnos de Licenciatura en Administración Pública para hacer una kermesse y una jornada deportiva con recursos propios. “Todo lo que recaudemos lo depositaremos en la cuenta de la Cruz Roja de México para ir en ayuda de los sectores más destruidos por el devastador terremoto del 20 de septiembre, en especial en los estados de Oaxaca, Puebla y Ciudad de México. Nuestra meta es alcanzar un millón de pesos”, manifestó entusiasmada.
Similar ha sido la experiencia de Montserrat Carranza (21 años) y Saúl Quecholac (22 años), también mexicanos. Estudiantes de Administración Pública, arribaron en julio de este año y ya son asiduos colaboradores de la Fundación Paréntesis. Montserrat, tiene un paso previo por la Asociación Sonríe, entidad de su país que tiende una mano a niños con cáncer, en la cual juntan mil tapitas de envases de plástico y las cambian por una sesión de quimioterapia. Saúl no había efectuado labores de voluntariado, por eso se motivó a participar en la Fundación Paréntesis.
Ambos jóvenes están pintando las casas de algunos de los internos de esta institución. Mayoritariamente se trata de personas en situación de pobreza y exclusión social, con consumo problemático de alcohol y otras drogas o de jóvenes en conflicto con la Ley Penal.
Saúl cuenta que esta actividad le ha permitido conocer personas en situación de aflicción emocional, “sus historias, generar vínculos afectivos y al mismo tiempo darles un poco de nosotros”. Agregó que llega un momento en la vida en que “debes interactuar con otras realidades y retribuir lo que la vida te ha dado”.
Para Montserrat, estas oportunidades “se tienen que conocer y eso haré cuando regrese a mi país en enero de 2018, les contaré a mis compañeros de universidad en México todo lo que he vivido, cómo he crecido y de todas maneras les recomendaré que vengan. En los voluntariados te das cuenta que vives en una zona de confort y que hay personas que no tienen nada y, aun así, buscan la forma de salir adelante y eso te motiva”.
Mariela, Montserrat y Saúl son sólo algunos de los estudiantes que se encuentran realizando un intercambio en nuestra Universidad, que han decidido hacer voluntariado, no sólo por la curiosidad de la experiencia diferente o de conocer cosas nuevas en Chile, sino por una genuina vocación social, por la satisfacción de ser feliz intentando hacer un poco más felices a los demás y sin pedir ni esperar nada a cambio, sólo una sonrisa y una palabra o gesto de gratitud de quienes más sufren y menos tienen.